Lucas se había levantado muy temprano para ir al colegio como todas las mañanas. Era un chico muy dinámico, siempre lleno de energía y con una sonrisa que despuntaba en su radiante carita de un momento a otro.
Tan feliz esa mañana, pues el en colegio le habían avisado que se festejaba el día “de padres e hijos” y estaban invitados a ir con ellos.
a actividad especial de la jornada consistía en que los niños contarían a qué se dedicaban sus padres, cuáles eran sus gustos, sus pasatiempos, y lo que más les gustaba para hacer juntos.
Lucas estaba muy emocionado porque amaba muchísimo a su padre, y a sus compañeros del “cole” siempre les hablaba de él. Les contaba sus anécdotas, las cosas que hacían el fin de semana y todo lo que su padre le enseñaba, abriéndole las puertas de un mundo fantástico.
Lucas amaba remontar barriletes, armar modelos de barcos, aviones y tanques, jugar a las escondidas, pescar y acampar y muchas otras cosas que hacía junto a su padre. Esas actividades eran lo más esperado de los fines de semana. Se preguntaba cada día qué sorpresa le tendría preparada. Su mamá los acompañaba en algunas ocasiones, y en otras, los dejaba para que pasaran un tiempo a solas y aprovechaba para atender las tareas de la casa.
Los chicos, en el colegio, a veces comentaban que Lucas era muy exagerado y que probablemente inventaba algunas de las aventuras de las que decía ser protagonista. Cuando se juntaban en el recreo, Lucas les narraba lo vivido con su papá y cuando tocaba el timbre, y el ya se había ido, los compañeros se decían unos a otros:
- Ningún papá tiene tanto tiempo para jugar.
- Sí, es cierto, el mío a veces está tan cansado cuando viene de trabajar que y llega a casa que sólo quiere ver televisión y estar recostado en el sofá.
- El mío, a veces me levanta en brazos y me pregunta cómo me fue, pero enseguida se va a su escritorio y sigue con más trabajo. Después ya es la hora de dormir, y no lo veo hasta el otro día.
- Si, los papás a veces están muy ocupados, serios, o tristes.
- Mi mamá cuando llega a casa se pone a cocinar. Cuando regresa papá me da un beso, después la saluda a ella y se sienta frente a la compu por horas. Y cuando estamos sentados a la mesa no se hablan y el silencio me hace sentir incómodo. Digo yo, si no se ven en todo el día, ¿Por qué no se hablan en casa?
- Los míos se hablan más o menos, pero cuando estoy acostado los escucho hablar fuerte desde mi dormitorio y a veces, gritan. No sé porqué están enojados. ¿Tendrá algo que ver conmigo? ¿Será algo que yo hice?
Y así algunos de los niños comentaban sus propias vivencias. Por supuesto, había quienes no tenían papá, otros cuyos papás no se llevaban bien, y ninguno contaba fábulas tan maravillosas como las de Lucas, o al menos, no con tanto entusiasmo.
Lucas tenía un mejor amigo, Juan, el cuál no tenía papá, pues había fallecido cuando éste era muy pequeño. Lucas sabía que su amigo extrañaba a su padre, y como su mamá tenía que trabajar también los sábados, él lo invitaba algunos fines de semana a pasar el tiempo.
Cuando llegó la hora de ir al evento del colegio ya la mamá de Lucas había dejado preparado el almuerzo y lo había guardado en un “Tupper. Ella y su marido, a pedido Lucas, habían solicitado el día libre en el trabajo para poder asistir a la reunión. Por fin marcharon juntos.
Cuando llegaron al colegio el salón de actos estaba lleno y ellos buscaron sus asientos en medio de los invitados que ya habían llegado. Mientras Lucas pasaba entre las sillas no oía los susurros y cometarios que la gente hacía a su alrededor. Él estaba complacido y extasiado porque su papá estaba con él y todos podrían conocerlo.
En medio del bullicio general, se escuchaban frases entre los niños:
- Te dije que Lucas era un mentiroso.
- Si, yo pensé que exageraba, pero veo que nada de lo que decía es cierto.
- Bueno, a lo mejor si yo fuera Lucas también habría inventado esas aventuras. Lástima que después de esta reunión quede en descubierto.
- Igual, yo no le voy a decir nada, veremos que nos dice mañana, ya no va a poder contar ninguna otra fantasía.
- Yo no quiero ni mirarlo, a mí me da pena, mejor dejémoslo en paz.
- ¡Y encima él se lo pasa diciendo que el papá lo abraza todo el tiempo! ¡Qué embustero!
Cuando por fin se abrió el telón y sobre el escenario apareció el director del colegio, éste dijo unas palabras y dio comienzo a la reunión. Padres e hijos pasaban y contaban sus experiencias y después de cada aparición surgían los aplausos. Luego de que todos hubieron pasado al frente, se hizo un breve almuerzo y llegó la hora de ir a casa.
¡Lucas no podía estar más feliz! Lo había pasado genial. Contó todas las historias enfrente de las familias del colegio y su papá lucía tan radiante y emocionado como él. Su madre estaba muy feliz por los dos y por el momento compartido. La que había parecido un poco nerviosa al principio, era Clara, la madre se su mejor amigo, ya que tenía miedo de que su hijo se sintiera triste por no tener papá, pero finalmente Juan también había disfrutado del momento tanto como los demás.
Clara había tenido que ser muy fuerte y hacer muchos sacrificios para poder llevar adelante la casa. Había muchos gastos y pocos ingresos, ella trabaja muchas horas y tenía que dejar a su hijo con algún familiar o vecino y eso la hacía sentir culpable, porque lo dejaba con otra gente y porque pasaba muy pocas horas con él. Pero cuando llegaba a casa su hijo siempre la recibía con una enorme sonrisa y corría a abrazarla. Ahí, ella renovaba sus fuerzas y conseguía la valentía para seguir luchando. Le quería dar lo mejor, y que fuera feliz, a pesar de lo que le había tocado vivir desde tan pequeño.
Ya cuando salían del colegio Juan le dijo a su mamá:
- Mamá, ¿podemos ir a lo de Lucas a tomar la leche? El me invitó y sus papás dijeron que estaba bien. ¿Podemos ir?
Ella, ante la ilusión de ese rostro iluminado de alegría, le dijo que sí.
Ya en casa de Lucas, los niños tomaron chocolate caliente con galletas mientras sus padres conversaban sobre temas de adultos.
En la habitación de Lucas los niños jugaban y comentaban sobre el día que habían vivido cuando Juan dijo:
- No estabas nervioso hoy en el colegio.
Y Lucas al principio no contestó y repasaba en su cabecita algunas de las cosas que había dicho sobre su padre:
- “…Mi papá me abraza cuando se despide para ir al trabajo, y cuando llego a casa después del colegio. Me abraza cada vez que me cuenta un cuento antes de dormir, y cuando me dice que soy muy inteligente y bueno. Después me abraza mientras me besa la frente...”
Cuando sale de su embeleso Lucas le dice a Juan:
- ¿Y por qué me iba a poner nervioso? A mi no me da vergüenza hablar delante de la gente. Ja, ja… Me parece que voy a ser periodista o profesor cuando sea grande, todavía, no sé.
- Si ya sé - le dijo Juan un poco incómodo - pero cuando contabas algunas cosas sobre tu papá las personas te miraban raro, como tristes y confundidas.
- Ah, puede ser, no es la primera vez, a veces nos miran así en la calle.
- ¿Y vos no sabés por qué?
- No estoy seguro, pero tengo una idea.
- Yo sé porqué es… Es porque tu papá…, bueno, porque…., - y bajando la mirada le dijo - porque tu papá no tiene brazos.
- Ah, era por eso entonces. Los perdió en un accidente antes de que yo naciera. ¿Pero y eso qué tiene que ver? La confusión de la gente es porque creen que es imposible lo que digo. No entienden que yo siento los abrazos de mi papá en todo momento.
Y Juan con una sonrisa amplia, porque a nadie más se lo hubiera dicho, declaró:
- Yo siento los abrazos del mío cada vez que cierro los ojos.
En el living, cuando ya se estaban despidiendo todos, el padre de Lucas le dijo a la mamá de Juan:
- Clara, estás haciendo un excelente trabajo con Juan, es un gran chico… Él…
Pero Clara ya no siguió escuchando lo que decía aquel hombre. Sus ojos se pusieron calientes y contuvo las lágrimas que amenazaban con desbordarse por sus mejillas. Un nudo en la garganta le deformó un poco la voz cuando le dijo: - Gracias.
Y así fue, como Clara supo que había recibido uno de esos abrazos, esos que daba el padre de Lucas.

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