Tenía todo listo. Las valijas empacadas, el último alquiler pago, las deudas saldadas. Había regresado los objetos prestados y dejado todo en orden. Devolví las llaves al propietario y me fui.
Con paso decidido partí hacia el aeropuerto. El trabajo había prescindido de mí, no yo de él, así que me propuse comenzar de cero. Un lugar nuevo, hogar nuevo, gente nueva… pero algo me hacía cosquillas. Vacilé varias veces mientras armaba el equipaje sin saber el por qué. Aun así, seguí adelante sin darle más importancia a la duda.
Me estoy bajando del taxi frente al aeropuerto. Me dirijo hacia las puertas cuando de pronto el suelo tiembla. Todo se mueve y una calle surge de la nada frente a mis pies. Quiero cruzarla y no me lo permite. Todo alrededor de ella se reacomoda para dejarme en el mismo lugar. Siento que mis aspiraciones se ven truncadas.
Cansada de intentar llegar a destino, decido caminar por aquella calle sin saber adónde lleva. Y entonces lo veo. Su espeso cabello castaño y sus grandes ojos marrones. ¡Qué guapo! ¿Quién será? No sé su nombre. Él también me ve. Ambos sabemos que éste es nuestro camino.

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