La oscuridad los circundaba, rodeados por aquellas cuatro paredes, en esa eterna prisión. Hacía tiempo que lo venían planeando. Ansiaban el momento en que la brisa acariciara sus rostros. Habían estado en aquella oscura habitación tanto tiempo, que habían olvidado cómo se sentía la tibieza del sol.
El tirano que los mantenía cautivos emprendería un viaje y entonces ellos llevarían a cabo el escape. Con unas telas viejas anudadas planeaban descender hasta el piso, y en puntas de pie protegidos por la penumbra, alcanzarían la libertad.
Amanecía y ellos expectantes no habían podido conciliar el sueño. La sangre pulsaba en sus cuerpos anhelantes. El momento había llegado. En apenas un susurro se dijeron “¡Vamos!” y se tomaron de la mano.
Estaban saliendo, sus cuerpos saboreando la libertad cuando escucharon la voz de aquel hombre. Abrió la puerta y ambos se petrificaron. Sus cuerpos tiesos quedaron expuestos e inertes sobre el suelo y fueron vistos.
Lo oyeron decir: - "¿Quién habrá sacado las marionetas?"
Una vez dentro del cofre se prometieron que lo volverían a intentar.

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