La Pintura - RELATO BREVE


Esa noche como tantas otras, se levantó y deambuló hasta la puerta de atrás. Salió y se encontró con una brisa fresca que le acarició la cara. Fijó la mirada en el horizonte, ese vasto e infinito espacio que nunca podremos alcanzar. 

La luna desde lo alto, iluminaba apenas tiñendo todo de una luz tibia que embelesaba el espíritu. ¿Cuántas almas acompañan la luna esta noche? ¿Será ella una de ellas? 
Se preguntaba dónde estaría, con quién, a qué distancia… 

El embrujo se había apoderado de él aquel día en el que la vio posada en el borde de aquella vieja barca. Contra la madera seca y resquebrajada descollaba su cuerpo oscuro y lustroso como si de una pantera se tratara y lo cautivó sin remedio. 

Sus curvas, su figura fibrosa, su rostro felino y sus ojos rasgados dejaron una huella indeleble en aquel hombre que hasta el día de hoy sueña con ella. Así la pintó. La plasmó en el lienzo para tenerla siempre consigo. 

Pero esta noche, sabe que es un prisionero, de cuerpo y de alma. No puede con esto; sabe que nunca volverá a verla y ese sentimiento lo consume. Entra con paso presuroso, y baja el cuadro que descansa en la pared de la sala. 

Bañada por la luz blanca de la noche se la ve más magnífica aún. Sus ojos lo engañan y ve que un aura dorada la circunda. No mas embrujo señora, esta noche seremos libres… 

Encendió un pequeño fuego y soltó la pintura en sus fauces. 
Una lágrima le surcó la mejilla, y cuando la última lengua de fuego hubo consumido el lienzo, la luna se ocultó en el cielo, ella surgió de las cenizas y fue la única luz. 

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