¿Vienes conmigo?, le había preguntado él y ella se había negado. Había puesto por delante la carrera, otros objetivos, metas, proyectos que no lo involucraban. Lo quería, sí, con locura, pero también tenía planes que no quería postergar. Tuvo que tomar una decisión y lo hizo.
No hubo despedida. Era demasiado dolorosa. Decidieron de común acuerdo que se mantendrían en contacto, pero no fue así. Ella nunca quiso mirar atrás.
Hoy se prepara para hablar en la celebración de fin de año de la empresa de la cual es dueña. Tiene 55 años y es una profesional exitosa, sin embargo, en casa nadie la espera.
Acomoda las hojas del discurso que tiene preparado y las repasa una vez más. Entre ellas, ve una hoja amarillenta que se asoma. No recuerda haberla puesto allí con las otras. Se calza los lentes nuevamente y la lee. En ella está plasmada una nota con una letra conocida pero olvidada.
- “Si todavía, de tanto en tanto, piensas en mí, te espero antes de que este día se acabe frente a la estación de tren, nuestra estación“.
Miró el reloj. Todavía estaba a tiempo, pero ¿qué caso tenía? Habían pasado muchos años. Ellos ya no eran los mismos de antaño. No creía en las segundas oportunidades, pero pensándolo bien, ¿a dónde la había llevado la falta de fe?
Se propuso dar el discurso que estaba pactado para la medianoche. Eran entonces las 23 hs y estaba ansiosa, no podía abandonar la idea de verlo. Su rostro se le aparecía y la alejaba de aquel lugar, de aquella gente, de aquel momento.
El enorme reloj empotrado que presidía el salón, mostró las 12, medianoche y ella comenzó a dar el discurso. No le tomó más de 10 minutos. Al terminar, salió corriendo. Había adelantado el reloj una hora y nadie lo había notado. Ensimismados, todos seguían su rutina de festejo sin alteración alguna .
Cuando llegó a la estación no lo vio. Se sentó en el lugar en que solían hacerlo y se dijo que era una tonta por pensar que fuera cierto. De pronto vio un sobre que estaba apoyado en el banco. Lo tomó y sacó la pequeña nota de su interior.
Leyó: “¿Vienes conmigo?”, y para sus adentros se dijo “Nada me gustaría más”. Entonces, un destello de luz blanca enceguecedora la invadió y se encontró en la misma estación, 30 años antes, con un muchacho delante que le tendía la mano, que ella tomó sin dudar.

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