Ninja - RELATO BREVE



Eran las 2:00 de la mañana y desperté sin sobresaltos, no sé por qué. Chasqueé la lengua contra el paladar un par de veces e inmediatamente su imagen vino a mi mente. Sabía que no debía pero no podía evitarlo. No es tanto que no pudiera sacármelo de la cabeza sino que por alguna razón además de sentir el deseo me sentía un poco desafiante. Lo prohibido tiende a llevarnos de la mano por caminos que nos resultan intrigantes y tiene gusto a aventura. 

Con sumo cuidado me levanté para que no me escuchara. Me calcé las pantuflas y bajé la escalera. Me deslizaba como un ninja, el sigilo era primordial. Llegué a la cocina y sin encender la luz fui directo al cajón, único motivo de mi incursión nocturna. La adrenalina corría por mi cuerpo y me di cuenta de que una sonrisa se despuntaba en mi cara. 

Empecé a revisar el cajón tanteando pero no logré dar con aquello que buscaba. La sonrisa se esfumó y un ceño fruncido apareció entre mis cejas. ¿Dónde estaba? ¿Acaso ya no había? No podía ser. Mi hazaña no sería en vano. Me insté a revisar cada puerta de la alacena y me sentí frustrado cuando no pude hallar el motivo de mi desvelo. 

Ya resignado me dije que al día siguiente me encargaría de reponer el contenido del cajón, pero no pude evitar soltar un suspiro de desilusión. 

Olvidándome por completo de mi necesaria cautela arrastré las pantuflas y delaté mi escapada furtiva. La luz se encendió y allí estaba ella con gesto serio y, al mismo tiempo, cara de quien se ufana de ser astuto. 
- ¿Qué hacés Roberto? 
- ¡Ay, pucha Carmen, me asustaste! 
- ¿Ah sí?
- Sí, claro. ¿Qué haces acá en la cocina en total oscuridad?
- Me sacaste la pregunta de la boca, mirá.
- Me vine a hacer un té. No podía dormir.
- Un té… Ajá. ¿Y ya subías?
- Sí, mujer. Vamos que es tarde.
- ¿Y el té?
- ¿Qué té? Ahhh…
- ¡Ay, Roberto te pisás solo! Vamos. Ya te dijo el médico que nada de dulces.
- Dale, vamos arriba que hace frío – dije para desentenderme de la reprimenda -. 

Una vez en el dormitorio, ella se metió en el baño, yo en cambio me metí en la cama enfurruñado como un niño que no pudo lograr su fechoría. ¡Hasta sentía el gusto del chocolate en mi boca! "Mañana, mañana compro", me dije. 

Y cuando estaba acomodándome entre las sábanas siento algo que me molestaba debajo de la cintura. Meto la mano entre las cobijas y siento un papel. 

"¿Y esto?". No lo puedo creer, es el envoltorio del chocolate. 

Me ganó de mano, ¿pero cuándo? 

- ¡Caaaarmeeeennnn! 

Comentarios