Me rodeaba la oscuridad y mis pasos solo encontraban el camino gracias a la luz de una luna menguante. El viento atravesaba las copas de los árboles acompañando el ulular de los búhos, rompiendo los silencios y las distancias de la noche. Me encontraba allí en busca de una respuesta.
Caminé sin detenerme. El sonido de mi respiración acompasaba los latidos de mi corazón que desbocado pulsaba en mis oídos. Ingresé a la cabaña pasada la medianoche, nunca había estado allí y supe entonces que era donde me volvería a encontrar conmigo mismo.
La única forma de recuperar mi voz era reescribiendo mi historia. Me senté en una silla desvencijada que crujió bajo mi peso. La tenue luz de una vela iluminó mis dedos que tomaron una pluma y un papel e intentaron trazar las palabras que vendrían a mi mente.
Por un tiempo que no pude precisar estuve ahí sentado, con la mirada fija en el blanco de la hoja sin ninguna idea que volcar. No sabía por dónde empezar. Levanté la mirada y vi mi rostro reflejado en el cristal de la ventana. Fue entonces cuando el viento me trajo la inspiración que necesitaba. Las palabras me volvieron a nacer y todo fluyó…
La pluma y el papel se hicieron aire, me encontré flotando sobre el techo de la cabaña. Llegué muy alto, entre las nubes vaporosas que invadían un aterciopelado cielo azul que albergaba cientos y miles de estrellas. Viajé sin darme cuenta muchas millas. La distancia se hizo nada y de pronto me vi, descansando en mi cama.
Cuando la luna se escondió y el sol tomó su lugar, mi alma volvió a mi cuerpo y aquel viaje revelador llegó a su fin. El horizonte se tiñó de naranja y rosa y las aves comenzaron a trinar. Abrí los ojos sintiéndome liviano. No pude recordar muy bien lo que había sucedido y me quedé con esa sensación que tenemos cuando no sabemos si aquello que vivimos fue un sueño o fue real.
Sin embargo, ahora sabía que no era una respuesta lo que había estado buscando… Mi prólogo siempre había sido una pregunta. Suspiré y, antes de levantarme, me miré las manos para descubrir que mis dedos estaban manchados con una etérea tinta azul.

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