Palabras que vienen y van. En su camino deambulan soñando que siempre habrán de llevar buenas noticias… Una boda, un nacimiento, un 'quizás'`, un ‘te quiero’. Se convierten en pensamientos bellos de amor, comprensión y empatía… ¡Tantas cosas! Nos inundan con conocimiento y verdad aunque a veces las avergüencen vistiéndolas de mentiras.
Son poderosos instrumentos… Cuídalas, coséchalas, nútrelas. Nacieron eternas, infinitas y etéreas. Cada palabra pensada, escrita o pronunciada encierra tantos significados, sentimientos, recuerdos, ideas, planes y anécdotas. Son templos que albergan infinidades, inmensos decires que nunca podremos imaginar.
Son gigantes y pequeñas a la vez y, aunque a veces sean ignoradas no se perderán, ellas nunca mueren; si alguna vez no fueran recibidas donde llegaran encontrarían siempre nuevos destinos, porque hay quien siempre espera una palabra y es ahí cuando recibimos las más inesperadas.
Ellas están desde siempre en nosotros, aun cuando no siempre les demos la importancia que conllevan. Han estado en la mente, la voz y las manos de todos nosotros, y a veces también en las miradas, en las lágrimas y en las sonrisas, en cada latido de nuestro corazón.
Estas creaciones viajan en este universo de forma constante e infinita e imaginan y sienten por sí mismas, escenarios y momentos… Esas ensoñaciones atemporales que las habita las hace únicas ¿Qué somos sin las palabras? y ¿Qué son ellas sin nosotros?
Palabras que sienten que son aves, que son sueños o caricias, que creen que son almas que remontan el viento, se elevan en vuelo y allá van, desprejuiciadas y libres hacia el infinito, a un encuentro interminable, a un ‘para siempre’… pero sé que volverán… ¡Míralas volar! ... Ya las estoy extrañando.

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