La Puerta Escondida - RELATO BREVE

 

Cuando terminé de acomodar las cosas de la mudanza me sentí realizada. Todavía quedaban cajas vacías aquí y allá, más tarde las sacaría a la calle y las dejaría en el tarro de basura verde para su reciclaje. Me dispuse a hacerme una deliciosa taza de cappuccino que me reconfortara en esa tarde fría y gris de invierno. Me senté a disfrutar de la humeante bebida y retomé un libro que venía leyendo en esos últimos días, una novela de bolsillo de lo más interesante. Cuando terminé fui hasta la biblioteca para dejar el libro y tomar otro. 

Mientras recorría los lomos de los libros que descansaban en los estantes sentí un chiflete frío que me alcanzaba desde el costado del mueble. Miré hacia ese lado más detenidamente y me dí cuenta de que había una pequeña rendija detrás de la biblioteca. Ese mueble ya estaba en la casa cuando me mudé y me pareció bien dejarlo allí, iba muy bien con el estilo de la habitación y me venía excelente ya que tengo muchos libros que guardar. Habiendo descubierto aquella delgada abertura me dispuse a ver de qué se trataba. 

Corrí el mueble y vi que la hendedura provenía de una puerta que había estado oculta detrás de aquel. La madera tenía aspecto de antigua por el desgaste que mostraba y la cerradura y el picaporte estaban ornamentados y tallados en un metal dorado deslucido. Inmediatamente sentí curiosidad pero, al querer abrir la puerta, me encontré que ésta se encontraba cerrada con llave. 

Mi objetivo desde aquel entonces fue encontrar la llave para poder abrirla. Pasaron horas en las que busqué por toda la casa y no hallé ninguna que correspondiera con la cerradura, todas las llaves tenían aspecto de ser nuevas, o eran plateadas o demasiado pequeñas y las únicas doradas no encajaban. Seguí con la búsqueda algunos días más sin resultado, luego el tiempo pasó y fueron ocurriendo tantas cosas en mi vida que la búsqueda de la llave pasó al olvido. La biblioteca eventualmente volvió a su lugar original por lo que la puerta volvió a quedar oculta. 

Esta tardecita sentada en mi sillón preferido me encuentro leyendo otro libro atrapante. Mi esposo está preparando la cena, el aroma que llega desde la cocina es delicioso. Mi gata ronronea en el sillón junto a mí hecha un ovillo mientras duerme, en realidad, se hace la dormida mientras con una mano le acaricio la cabeza. Cuando termino de leer y voy hacia la biblioteca, veo un destello de luz, enseguida me doy cuenta que esa luz entra por la hendidura de la puerta escondida. Es una claridad brillante pero que no lastima los ojos. 

Muevo la biblioteca hacia un costado y dejo la puerta al descubierto, pruebo de abrirla pero sigue cerrada. Llamo a mi marido y cuando viene a mi lado me pregunta por la puerta. Le cuento la historia y me dice que hace unos días encontró una llave en el cajón de su mesita de luz. La saca del bolsillo, sin saber por qué la traía encima, y me la muestra. La observo y veo que es de un dorado gastado con florituras en la parte redondeada; él la prueba en la cerradura y encaja perfectamente. 

Mientras él gira la llave, yo muevo el picaporte… La puerta se abre y todo se inunda de una luz tibia y placentera. Descubrí entonces que la puerta no se abrió antes, no porque la llave no apareciera, sino porque todavía no era tiempo. En el momento oportuno la llave se reveló sin ser buscada. Lo que hay detrás de la puerta es maravilloso porque aquello que allí se devela depende de nosotros y es diferente y único para cada una de las almas.

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