La puerta muestra la llave embutida en la cerradura, parece que se esconde o se refugia. Afuera se exhibe el cartel de venta. Casi no hay sonidos en esta casa de latidos apagados. Una manzana a medio pudrirse finalmente echa un clavado al cesto de la basura. Cenizas de otros tiempos, cadáveres de un cigarrillo que hasta hace poco agonizaba, yacen en el fondo del mismo cesto.
El horno ya no levanta bizcochos ni dora masas, tampoco asa carnes ni grilla vegetales. Todo es polvo y silencio. Las paredes encierran un frío que proviene de sus entrañas. En el baño una mujer llora, las lágrimas son las únicas habitantes de este lugar, ya no hay canto ni risas.
Ya no tengo que vestirme, ni necesito afeitarme. El agua turbia que me habita está a punto de rebalsar. Ella seca sus ojos, el pañuelo embebido en esa agua cristalina vuelve al bolsillo del saco. Toma la bolsa del cesto, la anuda y se dispone a irse. La puerta se cierra y el crujir de la madera clausura una etapa.
Yo ya no pienso, solo siento, soy todo sensaciones; hoy, sólo un fantasma. Ella, más allá de todo, se queda con los buenos recuerdos. Ambos volcamos el agua y vaciamos el cuenco. Estamos listos para el próximo tramo. Ella se lleva una mano hacia el pecho; siente calor en el alma. Soy yo que, desde algún, lugar la abrazo.

Excelente¡ exquisita forma de relato felucidades Xime .
ResponderEliminarMuchas gracias!
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