(Basado en "Continuidad de Los Parques" de Julio Cortázar)
Estábamos a la espera, deseosos, completa e inevitablemente a la expectativa. No estábamos seguros si nos convocarían o no, por eso furtivamente nos habíamos ocultado tras el telón. Muy juntos y tomados de la mano nos hallábamos como tímidos niños esperando el llamado de sus padres para terminar la penitencia.
Entonces lo vimos tomar la pluma y aquello acrecentó aún más nuestras ansias de libertad. La pluma rasgó el papel y comenzamos a sentir un hormigueo primero en nuestras manos, luego en los pies y así continuó extendiéndose hasta alcanzar todo nuestro cuerpo.
La inexistencia acabó junto con la latencia de nuestros personajes y surgimos a la vida cuando, brotados de la tinta y bebidos por el papel, nos convertimos en “la mujer recelosa” que aguarda y “su amante” armado con un puñal.
Ambos guarecidos en la cabaña del monte con un plan pergeñado que, quizás, se hiciera real. Más allá, un sillón de terciopelo verde de alto respaldo, la cabeza del hombre que en él está leyendo una novela y un autor que, en esa instancia, depone la pluma.
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