
Los armónicos acordes acompañaban las caricias que nos prodigábamos.
Las miradas cómplices, cargadas de secretos y confidencias.
El calor de una pasión que se enciende de forma sublime
mientras que otras noches permanece tibio como al rescoldo del amor.
Pocas palabras, se abraza el silencio que envuelve los cuerpos.
Los dos, unidos por los cálidos alientos y los besos que no alcanzan.
Un despertar que nos sorprende entrelazados, divertidos, amados.
Un amanecer que perdura en las almas, sin tiempo, ni espacio, eterno.
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