Canciones de Cenizas - RELATO BREVE

Regresó aquella noche con un nudo en la garganta. Los ojos brillantes al borde del colapso de aquellas irremediables e inoportunas lágrimas saladas. La luz del pasillo parpadeó como dando señales de que no podía creer lo que veía.

Abrió la puerta de su departamento lentamente pero no suavemente; la ira estaba contenida en la palma de sus manos. Actuaba como con miedo de hacer algún sonido que le asegurara que estaba despierta y que lo vivido era real.

Al cerrarla, en cambio, no pudo contenerse y la rabia explotó en sus manos que empujaron la madera maciza con todas sus fuerzas. El portazo invadió todo el piso, metiéndose osadamente en la vida de cada uno de los vecinos linderos, pero no alcanzó el oído de Paula, que en contraste, estaba sorda negando cualquier sonido que no fuera la voz de ‘él’.

Se metió en la bañera, vestida, sin ganas de quietarse la ropa para no exponer así su piel y sentirse todavía más vulnerable. Que le doliera el corazón no podía evitarlo; había que preservar el cuerpo. Se ovilló debajo del agua y percibió ésta como un bautismo, un nuevo nacimiento sin manchas, sin miedos.

Salió de allí renovada. Se vio en el espejo, su bello rostro mostrando sus ojos aun rojos. Una pena se escapó de entre sus pestañas y la liberó mientras ella se quitaba los restos de rímel corrido. Se pintó los labios de un rojo furioso que dotó de vida no solo a su expresión, sino también a su alma.

¿Qué sabia aquél de su alma? Nada. Solo ella sabía cuán profundo era el abismo y cuán grande la herida. Ella creyó que nadie nunca sabría la magnitud de su pena y lo salobre de sus lágrimas tan ásperas e injustas, pero el tiempo haría lo suyo… Ella también rompería corazones sin convertirse por eso en una villana. 

Tomó de la mesita de luz las cartas que él le había escrito aquel verano y, ésta vez con ojos secos, manos firmes y una luz de esperanza en su aura, frotó la piedra del encendedor, brotó la chispa y entonces las llamas se encendieron consumiendo el papel con lenguas de fuego naranja, así como la pasión consumía los jóvenes sueños de aquella muchacha que recién comenzaba a vivir.

De las cenizas de aquellas cartas nacerían mil canciones y una historia que contar.


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