El silencio acogedor del cuarto donde las sábanas parecen
envolver momentos de sosiego, de pasión o alegría. Diversas historias, salidas
de la pantalla o el papel, a veces me acompañan.
El baño me brinda la posibilidad de verme purificada, libre
de problemas, agobios y presiones autoimpuestas cuando la deliciosa lluvia de
la ducha se desliza por mi cuerpo, arrastrándolo todo, quitándolo todo, dejando
solo energía y abrigo.
La cocina me recibe con sus magníficos aromas,
inconfundibles todos a la vez pero al mismo tiempo, individualmente me van
seduciendo, café, bizcochuelo, vainilla, albahaca, limón y muchos más.
El living me invita a descansar en el mullido sillón que ya
reposa sin mí, intentando brindarme el apoyo y la comprensión que necesito después
de una intensa jornada de trabajo. Lo acepto con la más absoluta entrega.
El jardín, parece dormido, sin embargo está callado para no distraer
a las estrellas, concentradas en no dejar de titilar, mientras la luna acaricia
las plantas y las flores y piensa en la llegada del sol a quien nunca puede
alcanzar.
Todo esto me trae devuelta a la cocina, donde un café recién
hecho me echa de menos porque me distraje escribiendo unas líneas dedicadas a
mi hogar, el que tanto sabe de mí porque me contempla de día y de noche, sin jamás
juzgar mis pasos.

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