
Aquí estoy, una vez más recordando aquella tarde en la que nos vimos por última vez. Tenías los ojitos cerrados porque ya te querías ir a descansar. Tus finos cabellos blancos estaban acomodados pero sé que te hubiera gustado tenerlos engominados. Tu respiración acompasada, despacito, paseaba por el lugar. Mamá estaba sentada llevando el momento adelante con la fuerza de siempre; la entrega de amor en cada gesto. Te dije que te quería, imagino que lo habrás escuchado con los oídos del cuerpo o del alma. Unos días después te fuiste y encontraste la paz, seguro, en los brazos de tu madre y de quien con amor allí te esperaba.
Hoy, pluma en mano, te recuerdo y te honro. Te regalo todas las palabras y recibo todos tus mimos. Me quedo con tu risa contagiosa, tu saber tan vasto, tu gran rol de esposo, padre y abuelo; con tus pies que pisaron el suelo porteño en cada baldosa, tus manos llenas de fruta, tus brazos agitando la crema chantilly y tu cuerpo llevando el delantal para lavar los platos y baldear la cocina; tu perfección para planchar y hacer la cama y principalmente tu amor, que a pesar de una infancia difícil, siempre estuvo en primer lugar para todos, sobre todo para tus nietos tan amados. Vivís en nosotros abuelo.
Ya me despido, contenta porque la abuela hace rato está de vuelta a tu lado. Te dejo, ‘Billito’, un beso infinito... Seguí brillando entre las estrellas.
Comentarios
Publicar un comentario