Metamorfosis - RELATO BREVE


Nadie me cree pero eso no me disuadirá de lo que he visto. Ella habita en lo profundo del mar. Se desliza y despliega su hermoso cuerpo, mitad pez, mitad mujer, exponiendo sin reparos sus encantos. Es una criatura mágica; su belleza descollante me perturba el ánimo, haciéndome sentir que floto en el tiempo y el espacio, que vivo sin ataduras ni prejuicios, sin otra ambición que la de contemplarla eternamente.

Estas aguas la cobijan, la contienen en ese mundo con maravillas por doquier. Colores, movimientos, sonidos sin igual que solo allí se pueden percibir. Las translúcidas tonalidades de verdes, turquesas y azules traspasadas por la luz del sol en la superficie y, oscuras y misteriosas más cerca del lecho marino, ofrecen un espectáculo encantador, casi hipnótico. Así la vi la primera vez, danzando entre corales, algas y rocas.

Muevo mis piernas pataleando para impulsarme. Burbujas furtivas escapan de mi boca; me quedo otro rato, todavía queda oxígeno, quizás vuelva a verla. No he dejado de soñar con ella desde aquel primer encuentro. Muchos dicen que siempre ha sido un sueño, una ilusión, un espejismo. Yo no busco ponerle nombre a este impactante descubrimiento, solo pretendo encontrarla una vez más porque sé que es real.

Me adentro en las profundidades atraído por el deseo y la curiosidad. De pronto el pitido de una alarma irrumpe el embeleso avisándome que queda poco oxígeno en el tanque. Estoy demasiado lejos de la superficie y sé que no podré regresar, sin embargo, no siento temor ni desespero. En ese instante llama mi atención una luz especial, viene de detrás mío, es suave pero resplandeciente. Me doy la vuelta. Allí está ella suspendida en el agua, con ondulantes cabellos. Me tiende una mano delicadamente. La tomo. Comienza a despojarme de mi traje de buzo siempre con una sonrisa sutil en sus labios.

Ni ella ni yo nos asombramos de nuestro proceder. Ella me va desvistiendo de a poco y yo la dejo hacer. La última burbuja sale de mi ser y sube y sube, entonces tomo una bocanada de agua que invade mis pulmones. En ese preciso momento siento como mi cuerpo se va transformando, mis piernas mutan en una cola de pez escamada, robusta y brillante ¡y puedo respirar! Ambos seguimos tomados de la mano y ella me guía en este mundo submarino a lo que, desde ahora, se ha convertido en mi nuevo hogar.


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