Mi Infancia Viene a mi Encuentro - RELATO BREVE


Se dijo que una oportunidad como esta no era para dejarla pasar. Estaba buscando mudarse a un barrio más tranquilo, salir del centro. Mucho ruido, mucho smog, mucha prisa para todo. Miradas que no ven, oídos que no escuchan, ni hablar de manos que acaricien o de palabras que consuelen. Era todo muy árido, muy ríspido.

Leyendo el diario sintió la necesidad de ir a la sección Inmobiliaria. Miraba los avisos casi con desgano, más como si creyera que era en vano que por falta de interés. Sin embargo, apunto de cerrar el periódico vio en un recuadro una publicación que decía ‘Oportunidad’.

Leyó con detenimiento las características de la casa publicada. Sí, era una casa; eso sería un cambio favorable, salir del departamento, del espacio reducido y los ruidos de algunos vecinos molestos. ‘A ver el precio’, se dijo… sin muchas esperanzas porque las casas son caras. Se sorprendió. 

Verdaderamente era una oportunidad. ‘Por mis pagos’, pensó, y se le dibujó inconscientemente una sonrisa en el rostro. Tomó el teléfono y llamó. En verdad, no se esperaba lo que le dijo la empleada de la inmobiliaria. Resultaba ser que la casa publicada era la casa donde había crecido. 

Sin pensarlo, puso en venta el departamento, dejó una seña con todos sus ahorros para reservar la casa y organizó todo para la mudanza. Estaba feliz, como hacía tiempo no lo estaba. Sentía un hormigueo en el cuerpo, como cuando uno está por recibir un regalo muy esperado, una sorpresa o cuando conoce al primer amor.

Con todo resuelto, emprendió el viaje a su barrio natal. Ahí, en Los Toldos, Provincia de Buenos Aires, las casas eran bajas, los lugares verdes y la risa de los chicos aún hacía ecos entre los patios volando en el viento. Se sintió a gusto y bienvenida. Paso a pasito fui llegando a la casa. Se detuvo frente a la puerta, apoyó la valija de mano en la vereda. Las largas ventanas le sonreían.

Una mariposa se posó en su hombro y supo que todo estaría bien. Una vez adentro se sintió menos cansada. Sus cabellos grises se fueron tiñendo de un cobrizo profundo, ganando brillo y grosor. De pronto notó que en vez de la melenita, tenía hechas dos colitas. Se miró las manos y vio que las manchas ya no estaban, las arrugas tampoco. Se tocó el rostro y lo sintió vigoroso y elástico, humectado.

Se acercó a un espejo pero su escasa estatura no le permitió verse. Buscó una banqueta y se subió. Varias pecas le poblaban la nariz y los cachetes. Los ojos destellaban luz. Escuchó risas. Se sintió atraída hacia ellas. Se bajó de la banqueta y en el apuro cayó al suelo pelándose una rodilla. ‘No importa’, se dijo y salió al patio. 

Su bicicleta roja, apoyada en la pared la recibía. Las macetas floridas con plantas que se movían con el roce de los chicos que, atolondrados, corrían sobre las baldosas decoradas, de aquí para allá. ‘Dale Coty, que te toca contar a vos’, escuchó que le decían, y sin más, apoyó el brazo sobre la pared, la cabeza en el brazo y comenzó en voz alta… ‘1,2,3… 10. ¡Listos o no, allá voy!’.


Comentarios

Publicar un comentario