Creí haber notado en sus palabras ese rumor que lleva nobles sentimientos, ese sosiego que me alcanza y me acaricia sin que nadie más lo note. Casi podía oír sus palabras suaves, conmovedoras, su voz muda diciendo mi nombre. A través de su mirada, de sus gestos, de sus mensajes encubiertos en sonrisas.
Mas llegó la noche y la hora de marcharme. En medio del festejo pedí permiso entre los invitados y pasé a su lado, cerca, muy cerca. Apenas rocé su mano que descansaba en el respaldo de una silla. Dejé la copa en la bandeja de una camarera que pasaba. Todo esto sin dejar de mirarlo. ‘Date vuelta, date vuelta’, pensaba.
Me puse el abrigo, tomé la cartera, todo con movimientos tan lentos que parecían suceder en una realidad paralela. Me sentía en una burbuja sin tiempo, sin testigos, pero llena de dudas. ‘Date vuelta, date vuelta’, pensaba. Hasta saqué el celular y fingí mirar si tenía mensajes. ¡Qué me importaban los mensajes!
Nada. Ni una mirada, ni un signo. En un último intento por moldear la noche me dirigí al toilette. Me miré al espejo. me retoqué el labial. Me saqué el brillo de la frente y el mentón con papel higiénico. Cosas insignificantes, si ni me había visto. Suspiré y puse la mano en el picaporte. Abrí de golpe. Antes de irme recorrí el salón con mi mirada. No lo ví. ‘Se marchó’, me dije. Lo malinterpreté, pensé. Es todo tan subjetivo… en el amor.
Me despedí de los anfitriones y me fuí. Tac-tac, se escuchaban los taconazos de mis zapatos charolados en la vereda. Casi los confundía con mis latidos que a modo de tambor me sacudían el pecho. No era una bronca con él, era conmigo. Lo había imaginado. ‘Soñadora’, me dije.
Ahora sí, saqué mi celular para chequear mis mensajes. Tenía uno sin leer. Número desconocido. ¡Pum! Se me cayó el celular. Me agacho para agarrarlo y veo dos zapatos. Ni había notado que me había tropezado con alguien, tan ensimismada estaba en mis pensamientos.
- ‘Tenés un mensaje mío, espero que no te moleste. Le pedí tu número a Juan’.
Sus hermosos ojos negros reflejaban la luz de las luces callejeras. Mi mirada fulminante debió de haberlo desorientado porque enseguida preguntó:
- ‘Disculpá si malinterpreté tus miradas. Me pareció que teníamos una conexión más allá de lo físico?, ¿Me equivoqué?’.
Inmediatamente me eché a reír de la vergüenza. No de mis sentimientos, sino de lo fácil que les resulta a ellos sacarse las dudas con tan solo preguntar? Nosotras, en cambio... 'Lo que pasa es que es todo tan subjetivo… en el amor', pensé.

excelente
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