Cita Fallida - MICRORRELATO


Sentada en el bar, miraba el celular que sostenía en la mano distraídamente, como si no le importara demasiado. Era una forma de matar el tiempo. Habían quedado en verse allí a las cinco de la tarde. Ella había llegado puntual, como siempre. Una vez más pidió un cortado y un agua sin gas; para comer, no, nada.

El reloj tirano no se detuvo ninguna de las veces que ella se lo pidió. Las agujas avasallantes continuaron su eterno derrotero, sin vergüenza ni compasión. ¡Tan cansada estaba de sus engaños! La impuntualidad era lo de menos. '¿Dónde estuviste?', escupía ella sin poder detenerse, ni siquiera por orgullo.

Una, dos, cientos...  Había perdido la cuenta de las veces que había mirado a los ojos a aquel hombre esperando una respuesta honesta que nunca llegaba. ¡¿Cuántas mentiras coleccionaba ya?! Tampoco importaba. Más de una era suficiente. Un corazón herido tantas veces no sabe, ni puede repararse.

¿Se habría olvidado de lo que acababa de hacer? ¿Estaría en estado de shock? No interesa eso ya. Lo hecho, hecho está. Para entonces, la sangre tibia se había escurrido por las grietas imperceptibles del parquet, que, sin lustrar, la absorbía sediento.

Un sorbo más de café. Un bollito, con la servilleta brillosa que no seca ni absorbe, se formaba en la otra mano. La sangre se sigue enfriando. Después verá qué hacer, cuando llegue verá. Ahora se hace amiga del reloj. Tic-tac, otro minuto más de libertad.

El mozo se acerca y le pregunta si desea algo más; hacía mucho que esperaba. Era una invitación a liberar la mesa más que otra cosa, se dijo. 'No, nada más gracias. Tráigame la cuenta, por favor’. Y no pudo evitar oír el comentario del cajero que desde el mostrador decía:

- ¡Pobre piba, hoy tampoco va a venir!

Para sus adentros ella dijo: ‘Tampoco vendrá, hoy estoy segura. Al menos esta vez sé donde está’.


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