Como un rompecabezas, soy una pero estoy formada por miles de piezas. Cada una me complementa y me define. No soy cada día la misma, voy mutando con los minutos y las horas, si hay sol o si hay lluvia no soy la misma.
El silencio de la tarde de un día domingo en la siesta me acuna y me adormezco en los brazos de un sol de octubre. La noche bulliciosa me despierta y mueve mis piernas y mis brazos... de pronto, todo mi cuerpo.
En esas idas y venidas, llegadas y partidas de la vida, me transformo, me moldeo y me corrijo porque siempre en los primeros esbozos hay errores, y si nos damos cuenta ¿no hemos de corregirlos? Me fundo en una idea, un sueño, una quimera y me quedo dormida.
Despierto en otoño, verano, invierno y primavera. Nunca soy la misma. El espejo me devuelve en cada estación una imagen distinta. Colorida, ocre, azulina y verde. Mis hojas brotan, mi flor florece, la música me sacude y una noche estrellada de las cuatro estaciones me pierdo en un horizonte lejano sin saberlo.
Pero volveré… siempre se vuelve.
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