Conversación Vespertina - MICRORRELATO

Solo se oye el crujir de las ventanas que el viento abre y cierra de vez en cuando en el silencio sepulcral de la siesta; quizás el silbido de algún pájaro que llama a su pareja para ya no estar solo y, porqué no, el ‘criquiti-cric’ de los grillos anticipando el rocío y la noche.

En ese paisaje, ella, sentada a la puerta de su casa en una silla de paja, descansa. La mirada perdida en el horizonte mientras el sol aun despunta tímidamente, sumergiéndose cada vez más en las fauces de la tierra. Ceba un mate, lo sorbe con los labios fruncidos sobre la bombilla y luego suspira. Mueve los labios en clara señal de conversación. ¿Con quien hablas mujer? ¿Acaso tus palabras se dirigen a alguien? 

Ceba otro mate, los disfruta largamente y luego suelta otro suspiro. Su mirada vuelve al horizonte cada vez más anaranjado. Temo que su soledad le haya jugado una mala pasada y crea conversar con quien ya hace mucho se ha ido.

Las aves ya no cantan. Ella se frota las manos; se ve que ha refrescado. Pestañea con esos párpados cansados, llenos de arrugas y recuerdos. El mate y la pava descansan sobre la vereda. La silla de paja cruje y cruje mientras ella se acomoda su rústico echarpe sobre los hombros y sonríe.

La puerta de entrada se abre y ella se incorpora como agarrada de un brazo invisible. Entra con la pava y el mate en las manos. Vuelve con las manos vacías para llevar la silla. La puerta se abre nuevamente sin que la toque. Ella entra y una brisa vespertina barre las hojas caídas sobre la vereda.

Se la ve caminar por el largo pasillo hacia el interior de la casa. Una vez dentro, como por arte de magia, se enciende la luz de la entrada y la puerta se cierra sola. Quizás eran mates para dos… Alguien te cuida, señora. Puedo verlo en tu sonrisa y en tus palabras que no hacen eco pues son esperadas y recibidas.


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