El Beso Más Esperado - MICRORRELATO

 

Beso inigualable, el más tierno, el más suave, el más verdadero de todos y que nunca debería faltar. Todavía lo sigue esperando, puedo verlo en sus ojos. No puede, por más que quiera, ocultar su anhelo; lo tiene desde siempre. Ahora una luz de esperanza se ha encendido y, aunque vacilante, porque nada es certero totalmente, eso le devuelve un poco más de vida, ese pedacito que le falta. Su mirada lo vuelve a delatar. Ahora está ansioso por tener noticias.

Ha averiguado su nombre, su paradero pero aún no sabe el porqué, eso con suerte será lo último, pero ahora no importa. La distancia que los separa se va acortando. Es como ver una soga cuyo nudo se va soltando de a poco. Las tensiones se van disolviendo y dan paso al perdón, al amor, a la esperanza de un encuentro inolvidable. Ambos corazones laten rápidamente. Hay ansiedad y nervios. Hay temor a qué decir, qué hacer, qué esperar.

Las agujas del reloj van acuchillando el cuerpo y el alma sin querer, no es la intención pero no pueden evitarlo, ninguno de los dos. Sin embargo, cuando el avión llega y ella desciende, sus miradas chocan y una chispa explota en el aire. Se puede percibir el miedo al rechazo, ¿la culpa quizás? No, no es culpa. ¿Qué es? Es necesidad de aceptación, de perdón y también es agradecimiento. Se acercan con pequeños pasos temblorosos. ¡Tan parecidos son!

‘Hola’, dice ella. 'Soy Gabriela'. ‘Hola’, dice él. ‘Matías’. ‘Matías…’, pronuncia ella como deleitándose de poder pronunciar ese nombre por primera vez y deseando que sea la primera de muchas otras. ‘Es lindo’, le dice y tiende la mano como para acariciarle el rostro pero se da cuenta de que recién se conocen, y la retira. Sin embargo, él va en busca de esa mano que, alguna vez hace 44 años lo sostuvo, y la toma con delicadeza. ‘Está bien’, le dice y lleva la mano de la mujer hacia su cara; le permite la caricia. 

Ambos sollozan en silencio. Ella sin pensarlo se acerca y, de puntas de pie pues el hombre es mucho más alto, le da un beso en la frente. '¡Gracias!', dice él en su corazón hacia el cielo, ‘¡Gracias Señor!', reza ella en secreto. Ese primer beso, ese beso santo de madre a hijo, se ha consumado. Yo estoy feliz por ambos; mi esposo y su madre. Alcanzo a escuchar que ella le dice, ‘te arrancaron de mis brazos…’, y decido alejarme para dejarlos solos.


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