Fantasmas Exiliados - MICRORRELATO

Había sentido miedo los últimos años. Después de sufrir ataques de pánico, o crisis de ansiedad, o de angustia como le dicen algunos, llegué a la conclusión de que no importa cómo se llamen, son una mier.., una porquería, digamos. Un momento en el que creés que te estás muriendo de una forma horrible, consciente y que no hay nada que puedas hacer para evitarlo. Te paralizás, te falta el aire, tenés taquicardia, transpirás frío, te sentís mareado, flojo y descompuesto y hay quien siente otras cosas y éstas quizás no.

Vuelvo a decir, es una cag…., una porquería, digamos. Buscás los motivos, las posibles soluciones, vas a terapia, quizás te receten medicamentos, lo que sea lo hacés para sentirte mejor. Tal vez lo logres, seguramente que sí, pero el miedo, ese que conociste, no te lo vas a olvidar. No se puede olvidar porque es horrible, te deja marca como la varicela. Se supera pero… lo mal que te la hace pasar.

Así, estos fantasmas todavía se presentan en ocasiones, no con toda su fuerza, no como pánico, no con tantos síntomas pero dejan esa sombra, esa estela de bruma gris que parece quedar latente, esperando verte flaquear ante sabe quién qué situación para aparecer y dejarte cu…, cola 'pa arriba, digamos. Y ahí está uno, estoy yo en este caso, diciéndome, 'no pasa nada, va a pasar', y sé que así es pero no quiero ni que se asomen para hacerme el día... una porquería.

Desde hace un tiempo decidí dejar esos fantasmas atrás, muertos, enterrados y ‘desfantasmizados’, digamos; que se vayan de joda por ahí y que no me molesten más, que la vida está muy buena, es linda y menos mal que existen el amor, la familia y los amigos. Todo eso ayuda a dejar a esos fantasmas a raya, ahí donde pertenecen, en el ‘vaya uno a saber dónde’, haciendo ‘vaya uno a saber qué’, pero que a mí no me molesten más.

¿Algo de mí se ha quedado en ellos? Si, puede que sí, pero, ¿quién no deja algo de sí en el camino? Y ellos me han dejado algo, la certeza de que se sigue, que todo pasa, que se va siempre para adelante, con fuerza, de la mano de quien verdaderamente te entienda y te quiera y por sobre todo de la mano de Dios y de mí misma. Y acá estoy, saludando a los fantasmas que detrás de un cristal empañado se lamentan con cara larga de que yo nunca más los deje salir.


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