Palabra Nueva - MICRORRELATO

 

Me desperté cuando aún estaba oscuro. La luna todavía reinaba en el cielo, emitiendo esos blancos y etéreos halos de luz brillante y traslúcida. Había soñado algo bonito. Me sentí feliz, plena, agradecida de despertar a un nuevo día. Quise acordarme de lo que había soñado pero no pude hacerlo. Me pregunté qué habría sido. Hay un abanico infinito de posibilidades. ¡Tantas cosas para soñar como las que existen en el universo!

Quería poder ponerle una palabra a ese sueño, definirlo, bautizarlo. Aquella sensación dulce y alegre que me dejó cosquilleando el cuerpo de felicidad me hizo sentir tan viva, tan capaz de todo. Dejé de llamar “sueño” a aquello vivido en las horas de la madrugada y comencé a buscarle otro nombre. Tomé esa palabra indefinida, invisible y misteriosa entre mis manos que se veían como si sostuvieran un pequeño trozo de aire y la hice mía. 

El alba me encontró aún despierta, buscando en el libro cósmico del mundo aquella palabra tan especial. Recorrí sus intangibles páginas en su busca hasta encontrarla. No pude pronunciarla pues es una palabra que solo se dice y se oye con el corazón. Me escudé en ella para sentirme tan liviana y tan etérea como ella misma; me fundí en su esencia y me hice invisible. Ambas somos en el cosmos, intangibles, traslúcidas y misteriosas.

Dime ahora... ¿ya sabes mi nombre?


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