¿Adónde van las palabras que se callan, las que no se dicen por miedo, cautela, timidez, cansancio, etc.? ¿Será como un cuarto de objetos perdidos? Lo imagino como un espacio infinito, donde al abrir la puerta veré millones y millones de palabras flotando en el aire sin destino cierto.
Y, si algún día alguien deja esa puerta abierta y las palabras no dichas deciden escapar, ¿Qué pasaría? Algunas cosas sucederían de seguro, algunas quizás para bien y otras quizás no tanto, depende de la razón por la que se hayan callado, el por qué han sido descartadas, escondidas, reservadas…
Y pasado un tiempo, indefinido y disimulado, esas palabras podrían desaparecer, o escaparse, o transformarse en otras palabras. ¿Necesitarán aún de nosotros, sus creadores o serán autónomas e independientes alguno de estos días? ¿Servirán para nombrar lo innombrable, para recordar lo olvidado, para acusar merecidamente, o perdonar a tiempo? ¡Quién sabe!
Sabemos que las palabras son importantes y necesarias y… hasta peligrosas muchas veces, como también lo es el silencio. ¿Todo puede ser pronunciado, descrito, bautizado? No lo creo. Hay cosas que llevamos dentro que no pueden expresarse con palabras. Para eso están las manos, los ojos, la boca.
Palabras son estas que escribo, para que volcadas en un papel o una pantalla lleguen a tí, te sacudan, te impulsen y te hagan sentir vivo. Crear palabras nuevas también está permitido, por si queremos nombrar cosas nuevas, pero no olvidemos ser siempre quienes somos y no nos escondamos detrás de falsas palabras o hirientes silencios.
Hablemos...
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