Las palabras venían a mí en todo momento. Trataba de ponerlas bajo la alfombra, de mantenerlas encubiertas. Ellas me visitaban en sueños convirtiéndolos en pesadillas. Letra a letra, encadenadas, hacían de ellas una palabra y éstas, a su vez, se complotaban formando oraciones, frases, dichos y decires.
¡Oh! ¿Qué será de mí si no puedo ignorarlas? ¿Me abrirán la boca a la fuerza pugnando por su libertad? ¿Se escaparán furtivamente del claustro en que las he puesto? No puedo dejarlas ir… ¿Qué será de mí si me dejan y son escuchadas o leídas? Debo acallarlas, convencerlas, transformarlas en mentiras. Que cuenten lo que no es, que disfracen la verdad, que oculten lo sucedido.
Sin embargo, todo acaba ocurriendo. Salgo a la calle con los oídos embriagados de pensamientos ahogados. Los ojos desorbitados por la resistencia a lo inevitable. La verdad sigue pujando por salir. Mis labios se separan de a poco y suelto un suspiro casi mudo. Lágrimas a borbotones caen por mis mejillas húmedas, arreboladas de vergüenza y de temor y se entregan al mismo destino al que me entrego yo, completa.
Las palabras me encierran en más palabras y ya no puedo hacer silencio. ‘¡He sido yo!’, grito hacia el vacío, parada en el medio de la calle, los brazos alzados al cielo... Las lágrimas resbalando hacia mi cuello, mi pecho, mis pies. La voz que me rasga y me hiere la garganta. La furia sale junto al miedo y la congoja. Me siento aliviada porque aquel pulsar en mi cabeza se ha ido. Cae de pronto una lluvia torrencial que lava y escurre la sangre que tiñe mis manos, manos en las que hubo un cuchillo, en las que hubo un amor.
‘¡Que me juzguen! No me importa. Yo podía aguantar lo que fuera, aun puedo hacerlo… sea cual sea mi castigo, pero mi niña…¡Noooo….! Ahora, está a salvo.’, digo, y caigo de rodillas cubriéndome la cara con las manos. Los vecinos intercambian miradas. Todos sabían, todos callaron, todos entendieron, todos me ayudan a deshacerme del cuchillo. Lo enterramos. No hay juicio ni sentencia. Las palabras se escapan hacia la nada porque han sido pronunciadas y escuchadas, sin juzgamientos.
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