Te veo irte, caminando con ese, tu paso seguro, firme, decidido; aunque no te vas realmente, es solo un rato nomás. Tu mirada se pierde en otras que van cruzando tu camino, sin embargo tus ojos cristalinos, verdaderos, me cuidan con el pensamiento.
Tu aroma se queda conmigo y me siento bastante segura. Estás yendo a trabajar, yo acá te espero, con otra gente, con otras cosas… Las horas pasarán, lentas o rápidas, no lo sé, no me fijo. Hago garabatos, juego, balbuceo. Algunos aquí también hablan mi idioma. Hay otras mujeres, hablan entre sí, nos miran, nos cuidan.
Mis ojos se van hacia la puerta; mi mirada busca la tuya. Sólo espero verte cruzar por esa puerta que, de pronto, se abre. Entras y el recinto se ilumina. Me buscas con la misma ansiedad que yo. Nuestras miradas se encuentran, se unen y festejamos este encuentro tan esperado.
Se despuntan entonces en nuestras caras, las sonrisas más grandes. Te echo los brazos al cuello, nos rozamos las narices en un beso esquimal y reímos juntas. Soy tu dulce niña de tres años, y tú, mi mamá adorada.
Comentarios
Publicar un comentario