Tronaba en medio de la noche. La lluvia caía violentamente. Se formaban charcos y las hojas de los árboles se sacudían con el viento. De todos modos me gusta la lluvia. Siento que descarga por mi los enojos y las penas y me aliviana el espíritu, mientras yo me guarezco en una manta tibia y suavecita.
Esta noche, mientras rezaba por vos, por mi y por todos, sentí la necesidad de abrir las ventanas de par en par para que el viento me golpeara la cara y me despertara de ese sopor que a veces amaga con entristecerme. Resurgí de entre las cenizas una vez mas para darme cuenta de que sigo siendo fénix.
Las gotas seguían cayendo, más grandes ahora, perfectas esferas cristalinas, lágrimas del cielo. El bramido de un trueno sonó a lo lejos cuando solté un suspiro que se disolvió en el frío aire de la noche. Una luz irrumpió en la oscuridad, relámpagos que llegan para mostrar el poder de la vida y la naturaleza.
Me sentí viva y un espejismo de luz plateada me alcanzó y recorrió mi cuerpo alojándose en mis manos, que resplandecieron. Todo lo que deseé entonces fue acariciarte el cuerpo rozando tu piel tan tersa, tan mía y tu espíritu tan etéreo que tanto, tanto me hace falta.
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