Dos hombres esperan a la misma mujer. Están sentados a una mesa, las manos cruzadas sobre la misma a veces. otras sobre la falda. Se miran de vez en cuando y desvían la mirada. Ninguno quiere hacerse cargo de la situación, o no saben qué hacer.
La mujer camina por las veredas de Buenos Aires. Viene del médico; ahora se dirige con sus zapatos negros de taco hacia la estación del subte. Se sienta en la formación y suspira. Ha sido una larga jornada. Mucha actividad en el trabajo y a la salida, asistir a la consulta con el profesional.
Los dos hombres siguen inquietos. De a ratos parece que van a decir algo, pero callan. Por fin intercambian palabras y no llegan a ninguna conclusión. Ninguno quiere dar el paso, parecen confundidos. ¿Sabrá la mujer cómo proceder cuando los enfrente? Ambos creen que sí, pero saben que no se van a llevar de arriba su falta de iniciativa.
Aun en silencio, cada uno se aboca a lo suyo. Uno lee el diario, el otro se entretiene con el teléfono móvil. Se escucha el ruido de llaves cerca de la puerta. El tintineo cesa y la puerta se abre despacio. La mujer ingresa en el lugar. Mira a ambos hombres y éstos le devuelven la mirada fugazmente para luego mirar el piso.
‘¡No lo puedo creer!’, dice la mujer con exasperación, mientras padre e hijo quedan mudos. ‘¡Una vez que no estoy! Ya que no se dignaron a hacer la comida, al menos hubieran puesto la mesa!'. Prontamente se dirige al pequeño mueble donde está el teléfono y toma un piloncito de volantes con opciones de Delivery.

que buena ¡¡
ResponderEliminarGracias! :)
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