La Mujer y la Casa del Tic-tac - MICRORRELATO


Tic-tac se escuchaba en la casa, repiqueteando en cada ambiente, como un eco eterno. ¿Sería la soledad que habitaba entre aquellas cuatro paredes la que lo hacía más intenso, más sonoro, más notorio y pesado?

Las cortinas cubrían las ventanas y las penumbras reinaban en aquel lugar. Telarañas colgaban entre las luces pendientes de las habitaciones y el polvo opacaba las superficies que escapaban a las blancas telas que oficiaban de capa protectora.

Tic-tac se siguió escuchando. Juraría que hasta los transeúntes que pasaban cerca de la puerta o las ventanas podían oírlo. ¿Sería un llamado de auxilio, de atención, una carnada tal vez?

No había diferencia entre el día y la noche. Silencio, vacío, recuerdos deambulaban como vagos fantasmas de aquí para allá. En medio de todo aquello, estaba el tiempo, único habitante de la morada.

Un chirrido se oyó cuando se abrió la puerta de entrada. Dos personas entraron a la sala principal. La primera, de traje, parecía muy profesional; describía la casa, su historia y sus cualidades, ocultas claro está. La otra era una mujer con una chispa en su mirada.

¿Sería que nadie podía ver lo que ella alcanzaba a vislumbrar con aquellos centelleantes ojos verdes?  '¡La quiero!', exclamó; '¡La compro!', dijo para ser más precisa ante la indescriptible mueca del agente inmobiliario. 

La mujer descorrió los paños que cubrían las ventanas y quitó las telas que tapaban los muebles. La luz entró e invadió toda la estancia. De pronto y paradójicamente, el sombrío tic-tac se detuvo y, en ese preciso momento echaron a andar los relojes. 


Comentarios