Ella lo abraza, él también se aferra a ella. Sus figuras se acoplan en un encuentro postergado. No hay colores que pinten el momento. La escena, en blanco y negro, los va llevando a otra época, otro lugar, donde eran ellos pero sus figuras eran otras.
Son almas viejas en cuerpos jóvenes donde laten vivencias, secretos y recuerdos. No los quieren soltar, están presos en ese abrazo. Son su esencia, son horas y días y minutos. Son nombres y personas y sueños… ¿Cómo han de dejarlos ir?
Todo ello se funde. Una sustancia volátil y luminosa se suspende en el aire y una melodía romántica comienza a sonar. Empiezan a separarse, hasta solo tocarse con la punta de los dedos, sin dejar de mirarse a los ojos.
Se observan, se reconocen, se aceptan. Un aura luminosa los envuelve, es como un polvo cósmico ancestral que se desprende de ellos y luego se eleva más y más. Sus pieles se van entibiando, sus ojos ganan brillo y sus bocas se humedecen.
¿Quiénes somos? ¿Cuándo somos? ¿Cuál es el comienzo o el fin de todo? Pensamientos que deambulan en la mente. Entonces cesa la música. Ellos se miran y se sujetan de las manos fuertemente. Empiezan a dar pasos y se alejan, pero ahora, en colores sin preguntarse hacia dónde van, sólo importa estar juntos.

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