Se flecharon al instante aquella noche de primavera. Ella lo miraba de reojo con sus mejillas arreboladas y sus largas pestañas negras cobijando sus almendrados ojos verdes; él, con su jopo castaño ya casi sobre la frente, la observaba una y otra vez durante la charla entre el grupo de amigos.
Juntos salieron al balcón a tomar aire y ahí la fragancia de sus pieles terminó de conquistarlos. Fue pura química; flotaba la atracción en el aire. Una sonrisa amplia dejaba ver los blancos y parejos dientes de Marcela y Juan despuntaba una sonrisa ladeada de labios cerrados, entre tímida y seductora.
Hoy ambos viven como familia ensamblada en un PH en Colegiales, cada uno con un hijo adolescente. Chiara hija de Juan y Felipe hijo de Marcela, se llevan unos años nomás y por suerte congeniaron bien. Difícil saber cómo reaccionarían ante la nueva situación por eso estaban agradecidos.
Lo que los padres de esta familia tan actual no saben es que los jóvenes planean una charla de a cuatro para plantear una situación inesperada e incómoda. ¿Cómo decirle a sus padres que entre ellos hay algo más que fraternidad? Sus vidas se han cruzado y se han enlazado más de lo que hubieran imaginado.
Amor, atracción e incertidumbre. Tendrán que hallar las palabras para contar la noticia… Ya están los cuatro sentados a la mesa. Las miradas de los adolescentes se cruzan furtivamente y los padres intuyen que algo pasa, pero no se imaginan la sorpresa que les espera. ‘¿Qué pasa chicos?’, pronuncia la madre con intriga…
… Y ambos abren la boca dispuestos a dejar escapar su verdad.

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