La Sombra Perdida - MICRORRELATO

 

Una sombra se despertó y se encontró sin dueño. Estaba sola en medio de una playa, desconcertada y sin memoria ¿Quién era? ¿Cuál era su nombre? ¿Era hombre o mujer? Todos interrogantes… Como no sabía adónde buscar las respuestas decidió acercarse a la orilla del mar y se dejó besar los pies por la espesa espuma de una ola. 

El agua, traviesa e inquieta se había acercado silenciosa y tímidamente hasta ella y le lamió los dedos, causándole un cosquilleo a la sombra que le recorrió todo su ser y a partir de entonces se sintió mujer. Quiso allí beber los rayos del sol que la traspasaba entibiando su alma sin recuerdos. Se imaginó usando vestidos de fiesta y bailando mil melodías, bebiendo champaña. Se soñó agasajada con lánguidos poemas de amor, huyendo de su insípido Romeo. Eligió creer que aquella huida la había traído hasta allí para hacerla sentir libre y feliz.

Soñando así se quedó dormida y la luna la encontró desnuda, tendida en la húmeda arena. Luego de un momento abrió sus ojos, lenta y pesadamente, retozando en aquella noche de estrellas curiosas y en aquel instante se sintió hombre y unas ganas ardientes de navegar la asaltaron intensamente. Construyó una balsa de tersa madera, plagada de sueños y se hizo a la mar.

El tiempo pasó sin que nadie lo viera y acompañó a la sombra en su viaje sin puerto, ella viajaba con su vista perdida en el horizonte eterno e inalcanzable. El dorado medallón del ocaso iba siendo tragado por las aguas verdes y oscuras. Los últimos rayos iluminaron el paisaje y luego la luna derramó sus hilos de plata que bañaron la faz de la sombra. ‘Soy un alma errante’, pensó. ‘No tengo dueño ni destino, mi pasado y mi futuro se dan la mano en la ignorancia de sus horas'.

'Recorreré los mares en busca de nuevos recuerdos, de nuevas historias…', se propuso. Perdida en su ilusión, de pronto divisó una figura que flotaba en el agua. Se acercó hasta el lugar donde la silueta estaba y encontró a un pescador… ella lo sabía, sólo podía tratarse de un pescador, un hombre de mar. Llevaba la piel curtida y bronceada, la barba entrecana crecida y las manos callosas descansaban rendidas a cada lado. La sombra se apiadó de él y lo llevó a la orilla.

Cuando el hombre despertó, en agradecimiento le dijo: 

- ‘Eres mi salvadora, si lo aceptas, te brindo mi cuerpo como refugio; aunque viejo y gastado, es mi único tesoro’.

La sombra conmovida y emocionada por primera vez aceptó, con un gesto mudo, el obsequio de aquel hombre quien dejó caer una lágrima y abrió sus brazos para recibirla. La sombra se fundió en él y fueron uno. La otra sombra que en el pescador ya habitaba, la recibió gozosa. 

- ‘Bienvenida’, le dijo. ‘Te compartiré todos mis recuerdos como infinita gratitud por haberme rescatado a mí también y, a partir de hoy, seremos una'. 

- ‘Profunda, intensa y agitada ha sido su vida, lo veo’, le dijo la sombra que había estado perdida. 'Hoy esa vida ya late y recorre mis venas, en esta eterna comunión que nos une'. 


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