Me estremecen su inocencia y su pureza…
¿O acaso, rosa bella, estás llorando?
No llores que aquí estoy yo para mirarte,
para regar tu alma y tus mil raíces.
Las manos de mi abuelo te han plantado
en este verde jardín de la vida misma.
Las arrugas en sus manos fueron caricias certeras
en tus hojas, en tu piel y tu corola eterna.
Lo extrañas aun en las noches frescas,
cuando venía a darte su ’hasta mañana’.
El tiempo en su el reloj se ha detenido,
la arena del viaje ha acabado, sin embargo
me sigue viendo desde su oscura mesita de noche.
Su compañía me acuna con tic-tacs acompasados,
cantando en el ir y venir de las agujas.
Suena el despertador, el mismo aquel de sus días
y bulle la leche en mi blanco tazón
esperando el chocolate que me hacías.
Hoy eres niño que ríe en el cielo, con otros chiquillos
jugando en pantalones cortos y con pelotas de trapo,
corres en aquellas angostas callejuelas de tu infancia.
La señora regordeta barre las hojas doradas
y termina regalado su sonrisa blanca
a los pequeños traviesos del barro.
Mientras, la soledad se pasea antojadiza
en el rostro taciturno de una muchacha.
Ya la vecina coqueta de la cuadra fuma
y suelta al viento el humo y su osadía.
Y don Ignacio con su boina ladeada
mira la vida desde un lejano horizonte
cruzando a una pareja enamorada.
Vuelvo a cerrar los ojos, la noche ya ha caído.
y escucho a aquel viejo reloj, diáfano recuerdo,
¿O acaso, rosa bella, estás llorando?
No llores que aquí estoy yo para mirarte,
para regar tu alma y tus mil raíces.
Las manos de mi abuelo te han plantado
en este verde jardín de la vida misma.
Las arrugas en sus manos fueron caricias certeras
en tus hojas, en tu piel y tu corola eterna.
Lo extrañas aun en las noches frescas,
cuando venía a darte su ’hasta mañana’.
El tiempo en su el reloj se ha detenido,
la arena del viaje ha acabado, sin embargo
me sigue viendo desde su oscura mesita de noche.
Su compañía me acuna con tic-tacs acompasados,
cantando en el ir y venir de las agujas.
Suena el despertador, el mismo aquel de sus días
y bulle la leche en mi blanco tazón
esperando el chocolate que me hacías.
Hoy eres niño que ríe en el cielo, con otros chiquillos
jugando en pantalones cortos y con pelotas de trapo,
corres en aquellas angostas callejuelas de tu infancia.
La señora regordeta barre las hojas doradas
y termina regalado su sonrisa blanca
a los pequeños traviesos del barro.
Mientras, la soledad se pasea antojadiza
en el rostro taciturno de una muchacha.
Ya la vecina coqueta de la cuadra fuma
y suelta al viento el humo y su osadía.
Y don Ignacio con su boina ladeada
mira la vida desde un lejano horizonte
cruzando a una pareja enamorada.
Vuelvo a cerrar los ojos, la noche ya ha caído.
y escucho a aquel viejo reloj, diáfano recuerdo,
que me invita deseoso a soñar de nuevo.
Duermo esta noche soñando a mi abuelo y su rosa
mientras tiernas gotas de rocío me acarician.
Duermo esta noche soñando a mi abuelo y su rosa
mientras tiernas gotas de rocío me acarician.

EXCELENTE!!!!
ResponderEliminarQué contento que estará tu ABUELO!!!!