¿Qué tal estoy? - RELATO BREVE


Era una persona de pocas palabras. Decía lo justo y necesario pero tenía una particularidad, por algún motivo que ni él sabía, no podía dejar de decir la verdad. En ocasiones eso resultaba perjudicial porque, a veces, la verdad hería, otras veces podía causar graves problemas, hasta podía llegar a ilusionar a más de uno y... ¡Quién sabe cuántas cosas más!

Sin embargo, mentir le resultaba molesto, tenía que andar acordándose de lo que decía cuando mentía para no equivocarse, para no meter la pata y eso resultaba trabajoso, poco práctico y también inmoral. Suponía entonces, al analizar eso, que esa molestia que le causaba no decir la verdad, callar u omitir era lo que lo llevaba a deslizar una verdad cada tanto entre las mentiras.

Era como mentir al revés, intercalar hechos y realidades entremezcladas con las falacias, los engaños y las falsedades. Él odiaba eso, tanto que estaba a punto de revelarse, se había propuesto dejar de hacerlo. Se enfrentaría al mundo sólo con la verdad, un hombre auténtico, porque no podía convivir con esa forma de actuar. Últimamente, hasta se le trababa la lengua cuando estaba por mentir.

Estaba decidido. Una tranquilidad de conciencia empezó a invadirlo cuando hizo su elección. Se dijo que eso era lo que él quería. Paz, armonía y una conciencia limpia. 'No hay nada mejor que decir la verdad. Nada justifica la mentira. ¡No señor!'. Sonrió para sí, ufano, feliz, el pecho henchido de orgullo y pensó en contarle a su esposa, quería escucharla, que ella se sintiera orgullosa de tener un esposo sincero, honesto, veraz.

Entonces la vio bajar la escalera, lista para salir a cenar. Su vestido negro, ajustado, bastante apretado se diría, contenía su figura, que ya no era la de antes. Y el escote de la espalda, demasiado bajo. ¡Demasiado! Estaba usando un collar recargado y brillante. ¡Y las pulseras…! Hacían ruido cada vez con el vaivén de los brazos. Los tacos muy altos, por demás, apenas podía caminar sin tropezarse. Y el maquillaje… ¡Qué decir! Todo muy llamativo, aparatoso se podría decir.

Se dijo que la pandemia había hecho estragos. Haber comido de más, no haberse ejercitado por largo tiempo y haberse aislado nos había afectado, por dentro y por fuera. No tener la posibilidad de salir por varios meses había causado que su esposa quisiera ponerse ahora “todo encima” de una sola vez. Ella siguió caminando hacia él con una sonrisa de lado a lado. Lo alcanzó, se acercó a él para que pudiera apreciar su duuuuulceee perfume y le dijo: ‘¿Y, qué tal estoy?’, aleteando las pestañas como abanicos.

‘¡Hermosa, despampanante!’, respondió él y, sin querer, se mordió la lengua. 


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