Dentro, el fuego calienta la sala. Los leños arden en el hogar y la chimenea suelta sus bocanadas de humo en la noche muda y eterna. Las manos de ambos se entrelazan y sus miradas ardientes consumen el frío y lo evaporan. Las caricias surgen de a ratos y los labios se rozan unas veces y otras, desenfrenados, se pierden la boca del otro.
Afuera la nieve cae y se amontona en los alféizares de las ventanas y el escalón de la puerta se sumerge entre los copos. La brisa mueve apenas las ramas desnudas de los árboles en el frío de un invierno implacable. Vidrios empañados en todas las casas, silencio y ganas de acurrucarse en el amor al que se sucumbe.
La pareja se besa una última vez esta noche. Las frentes se apoyan la una en la otra y ambos sueltan un suspiro mientras el silencio es quebrado por el latir de dos corazones desbocados. Las luces se desvanecen poco a poco. El fuego del hogar se va apagando y la escena queda en una profunda negrura. Se cierra el telón y se oyen los aplausos. De pronto el amor se había acabado… ¿O no?

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