Algunos dicen que la lluvia son lágrimas acumuladas por los sufrimientos del Hombre. Amontonadas en las nubes viajan para no estar solas y, cuando al fin canalizan sus penas en una nueva esperanza, entonces caen a la tierra para renacer con fuerza.
Energía positiva, amor, inocencia… y muchas otras cosas hay en el agua que cae sobre nosotros. Las cosechas se alegran y agradecen al cielo por calmar su sed. Las flores y frutos reverdecen al beber aquel milagro y los animales alimentan la esencia de su ser.
El viento enamorado de la lluvia le cuenta un secreto, en un suave soplido, que la lleva a nuevos rumbos. Ella se estremece y descubre en aquel un amor que no conocía. Se deja invadir por completo por la brisa emanada y ella, a su vez, comulga con el viento empapándole el alma.
Los amantes se juran amor eterno y, en los fríos días de invierno, celebran su unión derramando pequeños copos de nieve recorriendo la tierra. Se susurran al oído, se miran a los ojos y tomados de la mano se van a soñar cuando el arcoíris despierta.

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