Caminamos por la misma cuadra, hacia el mismo sitio aunque nadie lo note.
Cuidamos que no se junten nuestras manos a pesar de los deseos de tocarse.No nos miramos… Esquivos, posamos nuestros ojos en el resto del paisaje.
Sin embargo, nuestros pasos siguen deseosos su derrotero a la pasión.
Los corazones laten alocadamente en nuestros pechos
mientras impacientemente aguardamos apenas el encuentro.
Hemos llegado a destino… Ya nos esperan las horas de fuego y amor.
¡Qué locura nos posee, no lo sé! Mas también la culpa nos consume.
Saciados y expectantes nos despedimos hasta el próximo encuentro
pero no contábamos con la sentencia silenciosa del verdugo.
Tu marido y mi esposa nos miran... Nos esperan en condena
con acusadoras manos invisibles y nos señalan el pecado.
Calladamente manifiestan la traición la innegable traición que cometimos
y nos dejan al desnudo y en vergüenza a la espera inevitable del castigo.

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