Recorremos el edificio y el patio con la mirada absorbiendo cada detalle. Muchas cosas han cambiado. El color de la fachada y de las aulas, las fotos y dibujos en los pasillos, los pupitres y los pizarrones por supuesto son más nuevos.
Otras cosas siguen igual. El olor que flota es el mismo, esa mezcla de tiza y pizarrón, de lápiz y papel, de libros y guardapolvos. Nos destinaron un aula “vintage”, como le dicen ahora, donde los ex alumnos podemos venir a festejar un reencuentro.
Vamos sacando los sanguchitos, las masitas y las bebidas frías. También trajimos termos con agua caliente, hay té, café y chocolate. Nos miramos mientras vamos preparando todo y nos reímos compartiendo recuerdos y complicidades de antaño.
Voy a dejar la cartera en un rinconcito donde un escritorio grande de madera oficia de mesa para usos múltiples. Apoyo la cartera y me corre un escalofrío por la espalda. Las manos me hormiguean. Miro fijamente la madera oscura, medio rojiza, casi de forma hipnótica.
Acaricio su superficie con una mano y siento una gran alegría. Entonces, detengo mi recorrido para apreciar el momento. Retomo luego la marcha y llego al borde de la mesa-escritorio. Una lágrima de felicidad y emoción me recorre las mejillas.
Es el escritorio de mi maestra. Mi maestra de primer grado, Alicia. La percibo en esta madera poceada aunque todavía lustrosa. Su espíritu está aquí, puedo sentirlo. Sus palabras dulces retumban en mi pecho y de la cartera saco algo que había traído sin saber por qué.
“Señorita, para usted...”, digo en un susurro tímido aunque mis compañeros no se dan cuenta. Puedo ver su sonrisa tan cálida, y su mirada comprensiva y atenta. Me guardo este instante con mis otros tesoros y dejo sobre la madera una hermosa manzana roja.

Precioso
ResponderEliminarMe encantó!!!
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