Bendito Encuentro - RELATO BREVE

 

Salí de casa aquella noche pensando en muchas cosas. Me costaba disfrutar del presente, esa mala costumbre de no vivir el hoy. La preocupación y la angustia que a veces saboreamos sin querer. Culpas, remordimientos y, otras veces, la incertidumbre que inevitablemente nos llega de manos de un mañana que aun espera ser parido.

Me sentía atribulada. Sin embargo, sé que siempre salgo a flote, alcanzo a sonreír y a ser yo misma nuevamente. Puedo ver lo lindo de la vida y el amor que hay en ella y que me llega de tantas formas.

Así iba mirando sin ver, de regreso a casa por la vereda de mi cuadra cuando de pronto me sentí observada. Levanté la vista buscando a mi alrededor. Lo vi. Iba caminando hacia mí por la vereda unos pasos más adelante.

Se acercaba de a poco. No pude pestañear, me quedé mirándolo embelesada. Me sentí feliz y a salvo, como si un peso me abandonara y me dejara liviana. Quisiera poder decir exactamente cómo era y qué sentí pero no se compararía al haber estado allí. 

Traía en sus ojos la paz del mundo y en su sonrisa la esperanza más hermosa. Sus ojos eran claros, no supe de qué color. Su barba y sus cabellos cobrizos le enmarcaban el rostro sin ocultar la humildad y el amor que de él brotaban. 

Pasó a mi lado y ambos seguimos sin detenernos. Aquella noche, que para mí parecía tan gris, se vistió de un blanco deslumbrante. Me di vuelta para decirle, ‘Gracias’, no sé bien porqué y ya no estaba. Juro que no había pasado ni un segundo y, sin embargo, ya no estaba allí. 

No llevaba túnica, ni sandalias; no sé como iba vestido, sólo pude ver sus ojos y su sonrisa. Su presencia me acarició como un bálsamo y absorbí el amor que irradiaba. Cuando sacaba la llave, sentí una mano en el hombro y el susurro de una voz que jamás olvidaré diciéndome: “Aquí estoy y siempre estaré”. Miré al cielo y dije: "Gracias".


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