Afluente - MICRORRELATO

Corrían por el bosque perseguidas. Las seguían y ellas ya estaban cansadas pero no podían rendirse. Se fueron adentrando cada vez más en ese terreno inundado de troncos marrones y grises y de copas verdes y amarillentas. El sonido de las hojas y la vegetación al ser pisadas era la única distracción.

La respiración se les hacía cada vez más dificultosa. Transpiraban y se les secaba la boca. La sed y el cansancio arreciaban amenazando su integridad y se preguntaban cuánto más podrían aguantar. Perdieron la cuenta de la distancia y del tiempo y pararon en seco al llegar a un barranco.

No había salida. El bosque terminaba abruptamente y ante ellas se abría un despeñadero. Un acantilado de kilómetros de altura, majestuoso y atemorizante. ¿Qué hacer? No había refugio ni escape. Cuando por fin se abandonaron a la espera de lo inevitable, el silencio se hizo presente.

¿Habrían perdido a sus persecutores? ¿Se habrían cansado y aguardaban retomar la cacería? Mientras aguardaban calladas y expectantes se miraron a los ojos y pronto fueron sorprendidas por quienes las acechaban sin descanso. Sobresaltadas por la inesperada aparición de aquellos, las palabras, cayeron al vacío.

Nunca habían pensado aquellas, ni siquiera por un segundo, que serían recibidas por una río de metáforas, hipérboles y sinestesias que, provenientes de cascadas literarias, corrían salvaje y libremente al pie del acantilado en un interminable afluente de imaginación e inspiración de ávidos escritores.


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