La Fotografía de los Recuerdos - MICRORRELATO

Entrada la noche deambuló hasta la puerta del jardín, salió y una brisa fresca le acarició el rostro. Fijó su mirada en el horizonte, ese vasto e infinito espacio que nunca podremos alcanzar. La luna desde lo alto, iluminaba con su tenue luz todo a su alrededor embelesando los espíritus. 

El embrujo se había apoderado de él aquel día en que la vio posada en el borde de aquel viejo bote, recostada contra la madera seca y resquebrajada. Su cuerpo oscuro y lustroso como el de una pantera lo cautivó de inmediata. Sus curvas, su figura fibrosa y su rostro felino de sus ojos rasgados dejaron en él una huella indeleble.

Así la fotografió para guardarla en su memoria, y que fuera parte ineludible de sus recuerdos, pero aquella noche, años después, volvió a sentirse prisionero. No podía aceptar que nunca más volvería a verla. Ese sentimiento lo consumiría por completo alguna vez.

Entró con paso presuroso en la casa y buscó la fotografía. Allí la vio una vez mas, bañada por la luz de la luna, tan magnífica, tan inalcanzable. De pronto, divisó en el jardín un aura dorada muy brillante que destellaba. “No más embrujos, por favor… “, susurró y suspiró inevitablemente…

En ese instante, la foto en el portarretrato se encendió entre pequeñas lenguas de fuego y fue consumiéndose de a poco. Él no pudo moverse, creyó que si la dejaba quemarse se libraría de aquel punzante dolor provocado por su ausencia.

Entonces, una lágrima le surcó la mejilla para aliviar la angustia que lo acosaba y cuando la última llama se apagó, la luna se ocultó en el cielo y aquella fascinante mujer surgió de entre las cenizas para nunca volver a marcharse.


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